La necesidad de cerrar todo el espacio para celebraciones de espectáculos dio lugar al anfiteatro, que presenta una escena circular y una cavea continua más o menos redonda. Las plazas de toros españolas vienen a representar una imitación de aquellos edificios romanos. La cavea se dividía como en los teatros, en tres anillos circulares y se llamaba inma, media, y summa cavea. El anfitestro es quizás el tipo de arquitectura civil más característico de los romanos. Destinado a las luchas de gladiadores y a la caza de fieras, en ellos se realizaban sangrientos espectáculos públicos, especialmente en la época paleocristiana. Unos y otros venían de todas las partes del mundo sometido a Roma, y era esto lo que le confería a aquellos espectáculos su sentido triunfalista, símbolo de la grandeza imperial. De ahí la casi identificación de Roma con el Coliseo o Anfiteatro Flavio. Surgió en el centro del valle situado entre los cerros Palatino, Celio y Esquilino. Comenzado en el siglo I por Vespasiano, fue inaugurado por Tito en el año 80 y restaurado por Septimio Severo.
sábado, 17 de octubre de 2009
El coliseo
La necesidad de cerrar todo el espacio para celebraciones de espectáculos dio lugar al anfiteatro, que presenta una escena circular y una cavea continua más o menos redonda. Las plazas de toros españolas vienen a representar una imitación de aquellos edificios romanos. La cavea se dividía como en los teatros, en tres anillos circulares y se llamaba inma, media, y summa cavea. El anfitestro es quizás el tipo de arquitectura civil más característico de los romanos. Destinado a las luchas de gladiadores y a la caza de fieras, en ellos se realizaban sangrientos espectáculos públicos, especialmente en la época paleocristiana. Unos y otros venían de todas las partes del mundo sometido a Roma, y era esto lo que le confería a aquellos espectáculos su sentido triunfalista, símbolo de la grandeza imperial. De ahí la casi identificación de Roma con el Coliseo o Anfiteatro Flavio. Surgió en el centro del valle situado entre los cerros Palatino, Celio y Esquilino. Comenzado en el siglo I por Vespasiano, fue inaugurado por Tito en el año 80 y restaurado por Septimio Severo.
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